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Por cuatro días se abrieron las compuertas de la Represa Hidroeléctrica Futaleufú

Pocas veces podemos contemplar semejante paisaje como éste:

Una vez cada cuatro años, o por algún excepcional motivo la Hidroeléctrica Futaleufú abre sus compuertas y el viejo curso del río Futaleufú y sus rápidos toman vida nuevamente.

En el libro «Retratos de la Cordillera, Vivir en los Valles Andinos del Chubut» del Lic. Jorge O. Fiori, Gustavo De Vera y el Arq. Fernando López Guzmán, del cual recomiendo ampliamente su lectura, pueden hallar muy buena información y fotos viejas de la represa y de los rápidos que fueron desviados y acotados por esta gigantesca obra de ingeniería, como así también los pormenores de esta historia que dejó sepultado un valle en donde confluían varios lagos de una belleza extraordinaria y nada más ni nada menos que los fabulosos rápidos del Rio Futaleufú (Futaleufú es un vocablo mapuche que significa «río Grande»), y un gigantesco bosque de cipreses y coihues que hoy conforman el Bosque hundido bajo las aguas del lago Amutui Quimei (que en lengua mapuche significa «belleza desaparecida»). Hoy en día se hacen excursiones de buceo a este bosque hundido.

En la época de la construcción que duró desde el año 1971 hasta 1976 todo en la zona fue como una panacea del progreso, un alivio para una comunidad que necesitaba de él,  hasta habían vuelos diarios de Esquel a Buenos Aires, pero duró solo ese tiempo, y hasta hoy en día seguimos luchando para tener aunque sea 5 vuelos por semana o mínimamente la reprogramación de los únicos dos vuelos, que ante la menor inclemencia del tiempo son cancelados sin re-programación. Pero no queda todo ahí, la energía que se produce en la presa es transferida toda hacia Puerto Madryn para la fábrica de Aluminio Aluar, y en la Comarca de los Alerces, pagamos la luz más cara del país, ¿les parece lógico? Si quieren más información sobre el tema pueden consultar también el libro Historias de la Cordillera Chubutense Tomo 1 de María M. Novella, Débora Finkelstein, Gabriela Macchi y Jorge Oriola.

Pero bueno, esta es la historia y nada podemos hacer por volver atrás. Salvo quizás conseguir que nos reduzcan algún día el costo de la energía eléctrica, o que aunque sea una vez al año abran las compuertas de este río majestuoso, para disfrutar de los rápidos perdidos, y devolvernos de algún modo esa belleza desaparecida.

Les dejo algunas fotos que tomamos de mi hijo al lado de los restos que quedaron de los camiones roqueros que llevaron adelante esta impresionante obra, y de una hormigonera, todos de esa época. A modo de curiosidad y como podrán observar en las fotos, estos camiones eran gigantes, tan grandes que cuando los traían por la ruta ocupaban casi dos carriles, haciendo dificultoso el tránsito por todo su recorrido hasta llegar a donde hoy está la presa.

 

Nota: Estos camiones y la hormigonera ya no se encuentran en la presa, pero si vienen de visita y quieren verlos, nosotros los podemos llevar.

Como una miguita de pan les dejo el siguiente soneto 2, que en cierta forma refleja para mi esta belleza desaparecida. El mismo corresponde a la autora María Julia Alemán de Brand y aparece en su libro «De mi tierra paisana», ella es una de las voces más profundas de la poesía del Chubut y obtuvo varios premios en los Eisteddfod de Trevelin y Gaiman, hoy en día reside en Esquel.

Que fue de nuestra tierra de oro y flores
por cerros y llanos extendida,
esa tierra tan bella y bienquerida
que fuera la heredad de los mayores…?

Tan solo de despojo y sinsabores
ha sido el transcurrir de nuestra vida.
No tenemos la tierra: está perdida,
un recuerdo, no más, de días mejores.

Fuimos cediendo tierra, día a día,
cediendo ese solar casi sagrado
que fue nuestra raíz, madre bravía…

Que nos queda de todo lo heredado?
La sal y la ceniza. Y todavía
este llanto acerbísimo y callado…

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